martes, 5 de mayo de 2015

Una descripción general del proceso para aclarar las cosas

 Cuando hablamos de programación, lo primero que se nos viene a la cabeza es un montón de números verdes a lo Matrix, o un empollón con gafas sentado en un ordenador, tecleando sin parar. Sin embargo, la programación tiene un sentido más allá.

 La programación consiste en, a grandes rasgos, dar órdenes a un dispositivo electrónico para que haga ciertas acciones cuando se den ciertas circunstancias. Esta relación se llama algoritmo y es la base del código. Un programa contiene cientos, miles de algoritmo, que se agrupan en líneas de código, como si de un libro se tratase.


 La fórmula básica de un algoritmo es “Cuando pase esto, haz lo otro” y sobre ella se añaden términos que especifican la acción o la circunstancia. Por ejemplo, no es lo mismo que pulses la tecla “Intro” al abrir el programa que hacerlo en uno de sus menús.


 De esta forma se pueden conseguir combinaciones casi infinitas de algoritmos que hacen que puedas jugar en un mapa enorme de un videojuego o que puedas redactar un proyecto con cientos de fuentes diferentes.


 Algo a tener en cuenta es que los lenguajes de programación, es decir, las órdenes que se le dan a la computadora, no son como nuestro lenguaje, ya que el ordenador no es una persona y no puede entender nuestra sintaxis. Están basados en el sistema binario, que es una sucesión de “1” y “0” que van dando forma a las órdenes.


 Esto hace que tenga que haber in “intermediario” entre el ordenador (que no entiende el lenguaje humano) y el programador (que puede entender, pero es muy costoso que domine el lenguaje informático). Son los llamados lenguajes de computación, entre los que podemos encontrar algunos famosos con JavaScript, C++ o Python y otros menos conocidos y minoritariamente usados.

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